Tengo la suerte de disponer del primer rato de la mañana. Voy a nadar a las ocho y casi siempre tengo una calle para mi sola, todo un lujo asiático, sobre todo para hacer mariposa que ocupa tanto. A las nueve, cuando empieza a llegar el mogollón, ya estoy yo haciendo mis juegos de volteretas y buceo.
Ya sé que es una suerte, pero vivo cerca de la piscina y a las diez ya estoy disponible para trabajar. Os doy la razón en que si no se nada para relajarse al final es peor el remedio que la enfermedad.