Hola, me estreno como escritor en el foro (os he estado leyendo un tiempo) con este mensaje.
Mis comienzos en la natación fueron accidentados e involuntarios. Con 12-13 años me diagnosticaron una escoliosis muy pronunciada y, entre otros tratamientos, me obligaron a recibir clases de natación.
Tengo un recuerdo muy claro del primer día en la piscina. Mis padres me enfundaron un gorro a todas luces ridículo, me pusieron unas gafas que consideraba enormes y me soltaron en aquel sitio donde yo no pintaba nada. Me metieron en la jaula de los leones, chicos de mi edad que me pasaban hasta buceando, el primer año fue un sufrimiento, cada día deseaba que las clases acabaran antes de haber empezado.
Con los años fui ganando en técnica y velocidad, subiendo niveles y cogiéndole cierto gusto a eso de nadar.
Han pasado 15 años desde ese primer día, y sigo nadando a diario. Podría dejarlo si quisiera, mis problemas de espalda se resolvieron hace algún tiempo, pero no me veo fuera del agua. Cada día me pongo el gorro, las gafas y el bañador y antes de lanzarme al agua me digo: este es el mejor deporte que existe, sabes que no podrás dejarlo nunca.