Aquí os dejo unos versos que he encontrado por la red
http://sociedadpoetica.wordpress.com/2011/02/25/el-nadador/EL NADADOR
“Duc In Altum” (navega mar adentro) Lucas 5:4
Mediodía de un perfecto día de sol, de un muy tranquilo febrero, en la costa sanclementina. Estoy nadando. Apenas unos setenta metros me separan de la playa que, cada vez que emerjo, observo diminuta.
Me siento otro, soy otro. Envuelto en agua marina parece como si la edad, la desgana, la tristeza y las dolencias hubieran sido dejadas una a una en la arena.
Por alguna misteriosa razón de origen lunar, climática o mareológica, este año, casi todos los días, el mar se asemeja a un infinito lago en calma. La absoluta ausencia de olas, apenas una suave corriente mecedora y un agua transparente y verdosa acompañan mi paseo.
Las mismas razones tendrán que ver con que la mencionada agua sea cálida, envolvente y acogedora como un útero materno. Nadar en estas condiciones tiene poco de proeza y mucho de placer.
Mi mirada se pierde en el horizonte. Sólo el muelle intenta, sin lograrlo, interrumpir mis ansias de infinito.
El cielo es de un azul perfecto. Ni una sola nube osa irrumpir en esa bóveda celeste que, ilusoria al fin, presenta toda una gama de azules y celestes según sea el ángulo de la luz solar.
El astro rey está en el cenit y adorna de infinitos reflejos las suaves ondas que produzco con mis acompasados movimientos.
Estoy en perfecta, armoniosa y completa paz. Siento, muy íntimamente, que el mar es mi verdadero hogar, que ese antiguo acto de sustituir branquias por pulmones y aletas por miembros para vivir sobre la tierra, fue solo un lamentabilísimo error que vengo ahora a corregir.
Me vienen a la memoria los pingüinos de Punta Tombo (Chubut), que observé hace años durante toda una jornada y que me sorprendían con su torpe andar en tierra, el cual contrastaba con sus ágiles movimientos natatorios, ni bien alcanzaban la primera ola. Mi sobrepeso y mis dañadas rodillas han logrado convertirme en su digno émulo.
Aquí todo huele a eterno. Este mar existe desde mucho antes que yo naciera, también el cielo y el sol y por cierto existirán cuando de mí no quede ni el recuerdo. Allá lejos en la playa, los humanos me parecen hormigas, de tan pequeños que los percibo, pequeños y limitados como sus sueños, sus ambiciones, sus miserias, en fin tan pequeños como sus finitas vidas.
Me deslizo a favor de la suave corriente. No estoy para grandes esfuerzos. Lejos, muy lejos en el tiempo, quedaron los gloriosos días en que con Oscar, Nando y sus primos, surcábamos veloces estas mismas aguas, desde el primer al último balneario.
Podeis seguir leyendo en web que he dejado al principio.
Enrique Momigliano
San Clemente del Tuyú, 14 de febrero de 2011