Comparto vuestra opinión sobre el desprecio de las administraciones públicas hacia el deporte en general, y la natación en particular.
En mi ciudad, Langreo (Asturias), somos cerca de 50.000 habitantes y teníamos una piscina de 25 metros, a las afueras de la ciudad, en un entorno precioso. Hace unas semanas se inauguró una nueva, pero también de 25 metros y en el centro de la ciudad, entre pisos y puentes. La sorpresa más desagradable fue el anuncio de cerrar la antigua, ya que pensábamos que el objetivo de la nueva era precisamente desmasificarla. Se recogieron sobre 2200 firmas de usuarios, pero los gobernantes nos ignoraron por completo. Ahora, por la situación y la novedad, es un suplicio nadar. A ciertas horas (cuando se sale de trabajar) hay del orden de cuatro o cinco personas por calle. En resumen, no sólo no aporta nada la nueva piscina (podrían haberla hecho de 50 metros al menos), sino que ha empeorado la situación. También nos han triplicado el precio, por cierto.
En cuanto a lo de la desinfección y el cierre, también lo hacían aquí, una semana en Semana Santa y otra a finales de Septiembre.